Una depresión es, en sentido literal, una hondonada del terreno, o una disminución de la presión atmosférica, cualquier cosa que va hacia abajo partiendo de un estado más o menos equilibrado. Referido al sistema humano, el término indica la ruptura del equilibrio y la consiguiente caída del estado de ánimo.
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Es una experiencia que acompaña al ser humano desde sus orígenes; la depresión tiene la misma edad que la humanidad. Desde siempre, el hombre se ha enfrentado al ánimo abatido, a la falta de ganas de hacer algo, la pérdida de interés, la incapacidad de volver a ser lo que se había sido.
Así, Homero (Iliada, libro 1X, VV5ss.) describe el estado de desesperanza y la consternación de los Aqueos frente a la pérdida del favor de los dioses:
De los Aqueos habiase enseñoreado la ingente fuga,
Compañera del glacial error:
los más valientes estaban agobiados
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por insufrible pesar.
Los autores del estudio parten de las distintas tentativas de solución puestas en marcha por el paciente depresivo y encuentran en la base de este trastorno, como denominador común:
– la ruptura de una creencia
– de un pensamiento estructurado
– que se ha convertido en convicción
– en una realidad para el sujeto
– esto supone un resquebarajamiento de todo lo que se sustentaba en torno a ella
– desistiendo a reconstruir y replantear esta creencia
– renunciando de manera parcial o global, aplicada a un área de la vida, o a su totalidad
– poniéndose en el papel de víctima, de sí mismo, del mundo y de los demás
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Pero, ¿qué sucedería si fuera testigo de ella y realizara una entrevista a esta distinguida señora, La Depresión?:
– Qué es lo que realmente quiere?
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– ¿Qué valor me da?
– ¿Qué me enseña?
– ¿Qué logro a través de ella?
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– ¿Me da una nueva dirección?
Se trata de introducir en su vida nuevos estímulos o experiencias que reanimen el cerebro adormecido de la persona deprimida.
Y si una de estas noches, mientras duermes, sucediera un milagro, y su problema se resolviera, ¿cómo se daría cuenta? ¿qué sería diferente?