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Quien haya sufrido un acceso de insomnio lo sabe bien. Cuanto más se esfuerza por dormir, menos se consigue descansar. El sueño viene cuando uno se relaja y se abandona.

Pasa igual en muchas otras situaciones, como el control de las puertas de las cocheras. Un día, trataba de entrar en la casa del vecino para sacar a pasear al perro. Había presionado más de veinte veces la clave de acceso en el panel exterior, pero la puerta no se abría.

“Oprimes los botones con demasiada fuerza”, me hizo ver mi hija. Puso la combinación una vez, presionando los botones con suavidad, y la puerta se abrió.

Sin duda, se aplica también al control de nuestros pensamientos.

 

Cuando más se lucha, más negativo se vuelve todo

En un estudio publicado en agosto de 2007 en The Journal of Neuroscience, se demuestra que hay una falla en los esquemas normales de procesamiento emocional que impide a quienes sufren depresión y ansiedad suprimir las emociones negativas. De hecho, cuanto más se esforzaban los participantes del estudio, más activaban el centro cerebral del miedo (la amígdala), que entonces enviaba más mensajes negativos.

En ese estudio, el doctor Tom Johnstone y sus colaboradores, todos de la Universidad de Wisconsin, Madison, y de Tufts, Medford, examinaron a 21 adultos con diagnóstico de trastorno depresivo mayor y 18 personas no deprimidas de la misma edad. Se pidió a los participantes que miraran imágenes con una carga emocional positiva o negativa y que enseguida señalaran cuál había sido su reacción. Segundos después de presentar cada imagen, los participantes tenían que aumentar su respuesta emocional, disminuirla o simplemente seguir mirando la imagen.

Los resultados mostraron pautas de actividad características en la corteza prefrontal ventromedial (VMPFC) y la corteza prefrontal derecha (PFC), zonas que regulan la reacción emocional generada por la amígdala, un agrupamiento de núcleos en forma de almendra situado dentro de los lóbulos temporales del cerebro, que cumple una función primordial en el procesamiento de recuerdos, decisiones y reacciones emocionales. En la depresión, la VMPFC está afectada, probablemente porque en las personas deprimidas funcionan mal las conexiones nerviosas de la PFC derecha.

Lo anterior se relaciona también con el ejercicio.

 

Por qué demasiado ejercicio puede ser demasiado

El ejercicio moderado constante favorece la longevidad, la salud cardiovascular y el estado de ánimo (además de que mejora los síntomas de toda clase de padecimientos crónicos), pero el ejercicio de resistencia prolongado y el esfuerzo físico excesivo pueden dañar la salud. En investigaciones recientes, como un estudio publicado en 2015 en el Canadian Journal of Cardiology, se vincula el ejercicio excesivo con problemas de la frecuencia cardiaca. Esta forma de ejercitarse se ha relacionado con cambios patológicos en la morfología del corazón, agrandamiento de las arterias e intensificación de la ansiedad y la depresión.

Demasiado ejercicio exacerba también las enfermedades autoinmunes, desequilibra las colonias microbianas del intestino y produce cansancio y fatiga adrenal. Según Chris Kresser, acupunturista y líder en el campo de la medicina funcional integral, el sobrentrenamiento afecta las concentraciones en la sangre de importantes neurotransmisores, como glutamina, dopamina y 5-HTP, y puede tener un efecto negativo en el eje hipotalámico hipofisario, lo que posiblemente es causa de padecimientos como el hipotiroidismo. El ejercicio extremo aumenta también las concentraciones de la hormona cortisol, lo cual produciría trastornos del sueño, problemas digestivos, depresión, aumento de peso y deterioro de la memoria.

Soy consciente de que esforzarse demasiado no siempre arroja los mejores resultados, pero cuando sufro un acceso de depresión, automáticamente me pongo a pedalear más deprisa, pensando que si me empeño, escaparé antes de la tormenta bioquímica.

 

Cuando la autoayuda no es de ayuda

Hace poco llegué a la cita con mi psiquiatra llevando otro libro de autoayuda: Salud mental mediante el adiestramiento de la voluntad, de Abraham Low, el finado profesor de psiquiatría del Colegio de Medicina de la Universidad de Illinois, en Chicago, que fundó Recovery International, un grupo de autoayuda para personas con problemas nerviosos, mentales y emocionales. El libro es un recurso invaluable, lleno de sabiduría y muchas ideas para manejar la depresión crónica, y yo lo estudiaba como auxiliar de mi atención psiquiátrica. Ahora bien, su provocadora doctrina sobre “impulsarse lo más posible” era justo lo que no debía leer en el peligroso estado ambivalente del trastorno bipolar.

“Creo que por ahora deberías dejar a un lado todos los libros de autoayuda”, me dijo mi doctora y me recordó todas las veces en que hallándome en este estado mental buscaba la respuesta en la bibliografía sobre salud psicológica, los grupos de autoayuda o las técnicas de mentalización, como si me faltara alguna estrategia conductual cognoscitiva que me llevara instantáneamente al país de la cordura. Además —continuó—, impulsarme lo más posible había obstaculizado mi recuperación, en lugar de ayudarme a sanar.

Muchas personas me preguntan cuánto tienen que esforzarse para manejar su depresión. ¿Deben lanzarse al trabajo o reportarse enfermas? ¿Deben obligarse a socializar o quedarse en casa y convalecer? Después de haber leído tantos libros de autoayuda, puedo decir que las investigaciones se decantan a veces por una postura y a veces por la otra. La respuesta correcta será diferente para cada quien, y aun en la misma persona varía con los tiempos.

En cuanto a mí, por ahora trato de aprender la difícil lección de la paciencia, la confianza y la moderación.

Vuelvo a aprender que más no siempre es mejor.

De hecho, en ocasiones menos es más.

vía Therese Borchard

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