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La música puede ser vivificante, cautivadora, relajante, incluso terapéutica. De acuerdo con el artículo de Darlene Oakley en EmpowHER, en ciertos estudios se ha mostrado que la música sirve para aliviar el dolor y superar el cansancio. Además, en PsychCentral se informa que la música ayuda a combatir el estrés, la depresión, las dificultades emocionales y la ansiedad.

En una entrevista con la Asociación Americana de Psicología, el neuropsicólogo Daniel Levitin explicó: “Mucho de lo que hacemos repercute en nuestra fisiología […] y ahora tenemos evidencias de que la música altera la química cerebral e incluso la producción de citocinas, inmunoglobulina A y otros componentes de un sistema inmune sano.”

 

Cada uno de estos “componentes” cumple una función concreta en el organismo.

Las citocinas contribuyen a la comunicación entre las células del sistema inmune. Cuando hay en el cuerpo muchas citocinas proinflamatorias, el individuo presenta síntomas parecidos a los de un resfriado. En PsychologyToday se publicó que las personas que sufren depresión también tienen concentraciones mayores de citocinas proinflamatorias.

La inmunoglobulina A (IgA) es un anticuerpo, como se señala en MedicineNet. En un estudio publicado en The European Journal of Psychiatry se comparó el estrés de los exámenes con las concentraciones de IgA en la saliva de estudiantes de medicina. Los investigadores encontraron que “la IgA en saliva se reduce como reacción al estrés de los exámenes”.

 

Las teorías relativas a los efectos de la música en el cuerpo son nuevas, pero “se acumulan las evidencias de los efectos benéficos de la música en la gratificación, la motivación, el placer, el estrés, la estimulación, la inmunidad y la sociabilidad”, según la reseña de Mona Lisa Chanda y Levitin titulada “La neuroquímica de la música” publicada en daniellevitin.com.

“Consideramos —escribieron los autores— que las evidencias son prometedoras, aunque preliminares, debido a los numerosos factores de confusión y las limitaciones de muchos de los estudios realizados a la fecha.”

El profesor de psicología del Keen State College, doctor Larry Welkowitz, también trata de entender la relación entre el cerebro y la música.

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“Lo que creo —declaró Welkowitz— es que la música conecta las partes tribales del cerebro. Nos conecta con grupos de personas […] Nos conecta con personas que tienen sentimientos o reacciones semejantes. La música propicia conexiones.”

Algunos estudiantes del Keen State College han experimentado de primera mano la relación entre la música y la salud mental.

El estudiante de primer año de educación musical Will Wright descubrió en secundaria que la música era su escape, cuando empezó a sufrir ataques de ansiedad.

 

“En segundo de secundaria, conseguí una audición para una banda del distrito y estaba muy emocionado —dijo—. Era mi primera audición y cuando entré me puse muy nervioso. Saqué 49 de 150 puntos.”

Después de ensayar con su profesor, que lo preparó con audiciones simuladas, el año siguiente Wright obtuvo la calificación más alta del distrito.

En segundo de preparatoria, la escuela se le hizo muy difícil.

 

“Me esforzaba, pero en este entonces no me interesaba mucho mi música, porque no me importaba casi nada […] Cuando volví a tocar, me enganché otra vez y me enamoré de nuevo de la música, después de mucho tiempo de no poder ejecutarla.”

Para Ricky Pelchar, estudiante avanzado de innovación y diseño de productos sostenibles, la música es un tranquilizante.

Pelchar ha sufrido ataques de ansiedad y pánico desde la preparatoria, y descubrió que tocar la guitarra lo ayudaba a canalizar sus emociones.

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“Lo mejor que puedo hacer es tocar la guitarra, por todas las emociones que puedo expresar.” Cuando Pelchar se siente enojado, toca música ruidosa, con el pedal de distorsión. Cuando está tranquilo, toca la guitarra acústica.

Welkowitz no puede dar una explicación científica sobre por qué algunas personas relacionan su estado de ánimo con la música que les gusta, pero dice que muchas veces la gente se conecta haciendo correspondencias en una conversación.

“La gente se pone a establecer correspondencias, como por ejemplo, el volumen al que hablan, cuánto duran las pausas y cuál es la altura o el ritmo de las voces. Todos estos aspectos convergen, y en ese punto, la gente se siente conectada.”

Pelchar recuerda una ocasión particular en que la música le sirvió para relajarse.

 

“Tenía un ataque intenso de ansiedad mientras iba de camino a la casa de mis padres y todo el rato que pasé con ellos me sentí aturdido —contó Pelchar—. Fue un fastidio, pero cuando regresé, di un paseo de un par de horas sin hacer nada más que escuchar música, para sacudirme cosas y pajarear y no pensar en nada.”

Welkowitz da una posible explicación de la capacidad de la música para relajar a las personas.

“[La música] trae recuerdos que estimulan otras redes nerviosas… excita recuerdos y lo que llamamos “redes de atención”. El escucha empieza a rememorar acontecimientos más positivos de su vida, así que deja de pensar ‘La vida es un asco’, ‘El mundo es terrible’, ‘Mis amigos no me quieren’. Se activa un conjunto diferente de recuerdos y sentimientos.”

 

Pelchar también toca la guitarra y canta en Gray Haven, una banda local compuesta por estudiantes del Keen State College. Dice que es lo más entretenido que hace en la universidad.

“Por algún motivo, las últimas dos veces que toqué en el Mabel Brown Room, me puse… no exactamente nervioso, sino que me sentía indispuesto antes de tocar. Pero se disipó en cuanto empezamos.”

La alumna de primer año de estudios femeninos y de género Magnolia Bingham ha tomado terapia musical y medita con música.

“De verdad me ayudó a superar mi trauma y, no sé, creo que la música puede ser muy relajante. Cuando medito, pongo… cierta clase de música con vibraciones que se supone que ayudan a relajarse —explicó Bingham y agregó—: Creo que la música puede tener un efecto enorme en la estabilidad mental [y la] relajación.”

 

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El profesor asistente de música en el Keen State College, doctor James Chesebrough, pensó alguna vez en capacitarse como terapeuta musical, y aunque no siguió por ese camino, mientras hacía su licenciatura trabajó como voluntario en un hospital.

En esa época, Chesebrough vio los efectos de la música en los pacientes internados.

“En algunos casos, los hacía muy felices […] Era interesante que se levantaran y se movieran con la música, porque hasta ese momento se mostraban muy sedentarios. La música los volvió activos. Muchas veces, sonreían al cantar y luego, cuando no cantaban, no daban muestras de gozo.”

 

En palabras de Chanda y Levitin, “la investigación científica sobre los efectos neuroquímicos de la música está en pañales”.

Aunque faltan evidencias, hay quienes no dejan de creer que la música es benéfica.

“No tenemos fundamentos científicos para sostener que es buena idea tomarse unas vacaciones, pero sabemos que es cierto. Por eso digo que la música es buena para nosotros” —dijo Welkowitz.

 

 

The effects of music on mental health

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