Cuando pienso en el viernes 8 de noviembre del 2013, día en que murió mi papá, sólo me acuerdo que nada me hacía sentido y con el tiempo me di cuenta que la única razón de porqué no me hacía sentido es porque no conocía qué era lo que realmente estaba viviendo. Estaba viviendo una enfermedad terminal llamada depresión, enfermedad que no conocía como una enfermedad mortal.
Lo primero que pensé fue en encontrar una razón al porqué lo había hecho y para eso me puse a pensar en la última vez que conviví con él. Fue el jueves de esa semana, un día antes; esa noche nos platicó lo que había pasado en su día, un evento demasiado fuerte para él, nunca antes lo había visto así, pero realmente creí que la razón del porqué era por eso, porque pasó una mala tarde únicamente, no por que tenía una depresión de ese nivel, por lo que no hice mucho caso y pensé “es un mal momento, pero ya pasará”. Nunca me imaginé ni me pasó por la cabeza lo que podría pasar al día siguiente.
El viernes estaba en la oficina cuando me habló mi mamá para decirme que necesitaba que fuera a la casa, le contesté que no podía porque tenía mucho trabajo, pero ella insistió hasta el punto en que me tuvo que decir que algo había pasado con mi papá. Todo el camino pensé qué podría haber sido, me imaginé muchas cosas, todas partiendo de la platica que tuvimos la noche anterior, pero ninguna fue que mi papá se había muerto y mucho menos que se había suicidado.
Cuando llegó mi mamá a mi casa fue cuando todo se vino abajo en un segundo. Hasta el día de hoy sigo sin entender de dónde sacó la fuerza para decirme que mi papá se había muerto y mucho menos que se había suicidado. No entendía nada, cómo una persona como mi papá, alegre, llena de amigos, excelente papá, siempre con muchísima energía, lo mejor que yo puede haber pedido en un papá, se había suicidado.
Siempre tuve la idea de que una persona con depresión era una persona introvertida, triste, con problemas fuertes en su vida, amargada, sola, etc… ¡pero me di cuenta de que no!, realmente ese es tan sólo un estereotipo que nos hemos creado y con el tiempo me he podido dar cuenta de que la depresión es una enfermedad solitaria, silenciosa y en muchos casos, mortal. Nunca sabes lo que realmente está pasando con una persona y muchos menos en su cabeza.
Mi papá siempre fue una persona admirable, todos los que lo rodeaban creían que era alguien especial; el mejor amigo, el mejor papá, el mejor hermano, el mejor hijo y sobre todo, el mejor esposo. Aquí es donde me pregunto, ¿por qué él?, ¿por qué mi papá se pudo suicidar? Y la única respuesta que he logrado encontrar, aunque sigo buscando, es que era una persona tan grande, que al verse tan chiquito o sentirse tan chiquito, buscó una respuesta externa cuando en realidad el problema era interno, el problema estaba en él.
A la fecha sigo sin entender qué es la depresión y a diario trabajo para avanzar un poco más. Sí creo que mi papá cometió grandes errores, pero el principal fue creer que él solito podía con todo y que realmente no necesitaba tratarse, ya que él no estaba enfermo; sus problemas eran otros aspectos de su vida y en el momento que estos se solucionara todo regresaría a la normalidad… error.
La gente cree que el suicidio va de la mano con algún suceso en específico, siempre hay un porqué; se suicidó porque debía lana, se suicidó por drogas, se suicidó porque no quería morir de una enfermedad terminal, se suicidó porque lo trataron mal, se suicidó por miedo a estar solo, etc., cuando en realidad la respuesta es que estaba enfermo, muy enfermo, y los acontecimiento y decisiones de su vida sólo complicaron y acrecentaron su enfermedad. Mi papá no se quiso o no se pudo curar y por eso se murió, igual que pasaría con una persona con cáncer que no quiere tratarse o hace lo mínimo para curarse, igual.
Lo peor para mí, después de perder a mi papá, es que nunca se me va a quitar el sentimiento de qué pude hacer para ayudar, de cómo no me di cuenta antes o por qué no me quise dar cuenta antes, porque en realidad sí nos dábamos cuenta, pero era más fácil no querer ver la realidad. Sí sabía que algo estaba pasando.
Cómo fui tan idiota como para siempre pensar que mi papá, al ser él mi papá, no necesitaba mi ayuda; yo creo un poco porque siempre lo idealicé, para mi él era invencible, pero tampoco (aunque me cueste aceptar) me quise involucrar lo suficiente, ¿cómo voy a poder yo, un niño de 25 años ayudar a mi papá, un señor de 53 al que admiro?, pues de eso me arrepentiré toda mi vida y tendré que vivir con el sentimiento de que pude hacer algo que nunca hice y eso es algo que nadie nunca me podrá quitar.
Por esta simple y única razón es por la que encuentro el gran interés de buscar la manera de ayudar a cualquiera que viva un caso similar al nuestro o al de mi papá hace 3 años; no ahorita, sino a los que están viviendo el tormento de la depresión solos y que no saben por dónde salir o si lo saben, tomen la decisión incorrecta la cual no tiene solución. Hay muchas maneras de salir, hay muchas maneras de ayudar y creo que se empieza por compartir, aceptar y por pedir ayuda.
Hoy, con lo único que me quedo es con que por más difícil que sea este proceso, no deseo nunca una vida diferente, porque siempre voy a preferir los 25 años que tuve con mi papá, a una vida con alguien espectacular; a ese papá tan fregón y a mi mamá les debo absolutamente todo lo que soy y todo lo que tengo y nada me da más gusto y más seguridad que saber que soy hijo de Fernando Aznar. La forma en la que murió no define nada de lo que es, al contrario, lo refuerza.
Que me digan que soy idéntico a el puede ser el mejor cumplido del mundo